miércoles, 18 de febrero de 2009

Modelo de Honestidad y Valentía

Poder, perdón y propaganda: Betty Brannan Jaén

BETTY BRANNAN JAÉN

WASHINGTON, D.C. –Me pareció curioso que la candidata oficialista acusara a la alianza opositora de querer repartirse el poder, no como si fuera un pastel (la metáfora usual), sino como un supermercado (sabemos con quién es eso). Lo que Balbina convenientemente olvidó mencionar es que quienes sí se repartieron el poder fueron sus queridos militares, quienes en 1983 hicieron un pacto de sucesión para repartirse la jefatura máxima hasta más allá del año 2000. Luis del Cid lo reveló en el juicio de Manuel Antonio Noriega en Miami. (Ver mi despacho publicado el 20 de septiembre de 1991).
Tras la muerte de Omar Torrijos, atestiguó del Cid, los miembros del Estado Mayor pactaron repartirse la presidencia por los próximos 20 años (aunque imagino que no descartaban la posibilidad de perpetuarse en el poder aun más lejos). Ellos pensaban celebrar seudo–elecciones, ya que, dijo del Cid, "el apoyo de la Guardia aseguraría" el triunfo de cualquier candidato militar. Así, la orden de sucesión era que Rubén Darío Paredes iba en 1984, Noriega en 1989, Roberto Díaz Herrera en 1994 y Marcos Justine de 1999 a 2004. Y durante la presidencia de cada uno, su sucesor sería comandante de la Guardia Nacional.
El plan fracasó, como sabemos, porque Noriega traicionó a Paredes, pero ese es otro cuento. Lo esencial del asunto, para lo que nos concierne hoy, es que Balbina mal puede acusar ahora que sus adversarios quieren especulativamente repartirse el poder cuando el hecho histórico es que sus copartidarios sí se lo repartieron (sin que ella objetara), y lo iban a mantener a punta de pistola.
Es que al gorilismo no le gusta verse en el espejo y la semana pasada tuvimos otro ejemplo de eso, cuando el presidente Martín Torrijos rehusó dar la cara en un evento que hubiera puesto severamente a prueba su habilidad de escabullirse de tener que reconocer los crímenes de su padre. He notado que a Martín se le hincha el Torrijos cuando es hora de homenajear a su padre o sacar algún provecho del apellido, pero se esconde o habla de "voltear la página" cuando es hora de hacerle frente al lado oscuro del mito. Por lo que leo en los medios panameños, el ministro de Gobierno y Justicia habló vagamente de "reconocimiento" en el acto de la semana pasada sobre el caso de Heliodoro Portugal, pero no pidió perdón por ese asesinato y los otros crímenes cometidos por la alianza militar/PRD. El día siguiente, Torrijos hijo habló eufemísticamente de reconciliación si "el país reconoce los errores del pasado", pero no tuvo la valentía de usar alguna frase como "los asesinatos y otros crímenes cometidos por mi padre y el régimen que él dirigió" –es decir, admitir los hechos irrefutables que todos conocemos. Un reconocimiento así –sin rodeos– es el que las víctimas de su padre están buscando, y es una precondición a cualquiera reconciliación y volteo de páginas.
"La honestidad, en política como en todo, es la base de relaciones humanas sanas", escribió Jorge Montalván en estas páginas el lunes, criticando que quien diga "cualquiera menos un PRD" es deshonesto y "cobarde". Pero si ese es el estándar aplicable a un ciudadano cualquiera –que tiene todo el derecho de votar como le dé la gana– con más razón es aplicable al mandatario actual, que no tiene la honestidad y valentía de reconocer que su padre cometió no errores sino crímenes.
¿Pero qué podemos esperar de un Presidente que ni siquiera tiene la valentía de enfrentarse a simples periodistas? Que no celebra conferencias de prensa rutinarias, que no maneja su agenda con transparencia, y que deliberadamente confunde periodismo con publicidad para así tener a "periodistas" en planilla estatal y para así gastar 200 mil dólares al mes –de fondos públicos– para auto abanicarse con publicidad engañosamente halagadora.
No me pongan al PRD como modelo de honestidad y valentía, por favor.

FUENTE: PANAMÁ: Diario La Prensa: www.prensa.com, domingo 15 de febrero de 2,009.

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